Una tarde con Carla, por María Gónzalez Pineda
Un hombre paseaba por las calles desiertas de una triste ciudad portuaria, él vestía con una chaqueta larga entallada por la cintura con chistera y bastón, sumamente elegante, tenía una cita con Carla, la más bella mujer que había conocido en su vida, tenía la suerte de pasar la tarde con la joven.
Entró en su casa, la vio sentada en el patio de la gran casa, debajo de una hermosa parra con bellos racimos verdes colgados de sus sarmientos, la joven se levantó al verlo y le ofreció su mano, él se inclinó en un saludo cortés, ella le indicó que se sentara, le ofreció una copa de jerez, él se lo agradeció, la joven tomó la botella y llenó la copa de fino, el líquido llenó la copa de un dorado jerez que brillaba al sol de la tarde, él tomó la copa y saboreó el líquido con suavidad, mirando los ojos verdes de aquella mujer que lo había enamorado, desde el primer momento que la conoció.
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