Titulo: El águila de los sueño.
Autora: María González Pineda.
Editorial Amazon versio Kindler
Paginas: 125
VPV 5.44 Eur
sinopsis
Toni te contará unas historias muy tiernas que te llevarán a
hacer un viaje por bosques encantados y llegar al mundo de la magia. En las
noches de luna llena los árboles cantan dulces melodías que el viento lleva,
para que los sueño sean reparadores.
Porque sin árboles, sin pájaros, sin mariposas y sin el
color de las flores no tendríamos sueños, y sin sueños, el águila de los sueños
no podrá volar.
—Ya está todo listo, ¿has traído los libros para el colegio?
—preguntó la abuela.
—Sí, aquí tengo la mochila —contestó Toni.
Abuela y nieto cogieron las riendas del asno y tiraron de él,
caminaron hacia el pueblo hasta el lugar que le dijo el pez. Cuál no sería su
sorpresa cuando todo el que pasaba por allí le compraba una calabaza. Toni no
se lo podía creer, el pez tenía razón.
Cuando todo terminó el niño se fue al colegio acompañado de
una niña, la cual era muy amiga suya. Paula se llamaba, y no le gustaba como
los niños trataban a Toni.
Él la quería mucho, era su única amiga, ya que ninguno de los
niños querían ser sus amigos; en el colegio todos se burla de él, y algunos le
llamaban trapero y otras cosas muy desagradables.
Cuando la abuela terminó de vender todas las calabazas, cogió
el carro y se dirigió al bar del pueblo donde su hija trabajaba de camarera
sirviendo mesas.
—Siéntate, te pondré un café. ¿Toni se ha ido al colegio? —le
preguntó Lorena a su madre.
—Sí —respondió la abuela—, ya
está en el colegio. ¿Sabes lo que nos ha pasado esta mañana?
—¿Qué ha pasado?
—Hemos vendido todas las calabazas, y a muy buen precio.
—Me alegro —dijo Lorena—. Es la primera vez que las vendéis
todas, ¿no?
—Sí, hija, gracias a Toni que ha tenido la idea de cambiar de
sitio y vender las calabazas en otro lugar.
Después de tomar el café, la abuela se marchó a su casa y se
puso a sembrar nuevas verduras. Cuando Toni llegó del colegio le dijo a su
abuela que quería ir al riachuelo a jugar con las piedras y ella le dio
permiso. Toni estaba muy contento, tenía muchas ganas de contarle al pez lo de
las calabazas, bajó corriendo al río y se sentó debajo del árbol. Esperaba al
pez de nuevo, Toni tenía un trozo de pan en el bolsillo y comenzó a tirar el
pan al río, las migas desaparecían en el agua rápidamente, pero su amigo no
aparecía así que decidió irse cuando, de pronto, escuchó:
—Ahora, ¿por qué tiras pan?, ¿para qué engordemos y después
pescarnos, no? —preguntó el pez.
¬¬—Estás muy equivocado, solo quería llamarte para poder
hablar contigo —contestó el niño.
—Vale, cada vez que tengas algo que decirme yo estaré aquí
para hablar contigo, pero no hace falta que tires ni pan ni piedras, lo único
que tienes que hacer es gritar mi nombre y yo apareceré como por arte de magia.
—¿Pero también tienes nombre?
—Claro, mi nombre es Federico. ¿Qué querías, Toni?
—Quiero darte las gracias, pues si no fuese por ti no habría
vendido todas las calabazas.
—Ah, por eso me estabas llamando, de nada Toni, solo lo he
hecho por tu bien. Por cierto, quería decirte que dentro de dos meses hay en tu
colegio un concurso de relatos cortos y me gustaría mucho que escribieras un
relato y participaras.
—Pero si yo no sé escribir; además, no tengo nada que contar.
—Bueno, yo te puedo ayudar; si quieres, cuando salgas del
colegio te vienes por aquí y escribimos una historia entre los dos.
—Está bien, si me ayudas te prometo que me presentaré al
concurso. A partir de ahora vendré todos los días.
—¿Alguna pregunta más?
—Sí.
—¿Es por tu padre, verdad?
—Sí.
—Tu padre está muerto, murió dos días después de llegar a su
nueva ciudad. Unos ladrones le robaron, le golpearon y lo tiraron a un río que
pasaba por aquel lugar. Tu padre era un hombre muy bueno, te quería mucho, aunque
no llegó a conocerte. Ahora tienes que marcharte… Y vuelve mañana, que tienes
una historia por escribir.
Toni le dijo adiós a su amigo Federico y se fue feliz. Sabía
que su padre no lo había abandonado, pero estaba triste al mismo tiempo, pues
ya nunca lo conocería.
Aquella noche en la cena toda su familia estaba muy callada y
Lorena, su madre, se dio cuenta de que algo extraño le pasaba a Toni; no
hablaba, pero tenía una mirada brillante.
—¿Por qué estás tan contento, hijo? —le preguntó su madre.
—Por nada, mamá, es solo que hoy hemos vendido todas las
calabazas y eso me da alegría —contestó
Toni.
—Ya me lo ha contado la abuela, me alegro por ti, hijo mío.
Por fin el trabajo ha dado sus frutos.
—Es verdad, mamá, por fin hemos ganado algo.
La cena continuó muy tranquila y, al terminar, Lorena mandó a
su hijo a la cama para, poco después, las dos mujeres acostarse también. Toda
la casa quedó en silencio.
Fueron pasando los días, el niño obedeció al pez y todas las
tardes se iba a escribir debajo del árbol. Un día, en el colegio, se
presentaron las bases del concurso de relatos, así que Toni se inscribió y le
entregó el suyo al profesor.
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