DOS DÍAS Y TRES NOCHES
La miraba sosegado, admiraba la serenidad de ella, la cual se había metido dentro de su corazón sin darse cuenta. Sus ojos se detuvieron en el pecho femenino, en aquel vestido negro que tan guapa la hacía verse, ahora y la noche que fue la admiración de todos en el grupo del sexo loco. Cómo se había arrepentido de llevarla a aquel lugar, no tenía derecho a intercambiarla con nadie.
—Siento haberte llevado aquella noche, no tenía derecho a hacerlo —comentó muy serio.
—No estaba preparada para aquello; si me hubieses obligado, sin duda, habría salido de allí pitando. Hoy me encontré en la calle con la lesbiana y también iba con otra mujer.
—¿Sí? ¿Y qué pasó?
—Me echaron la bronca.
—No las escuches. Son zorras de mucho cuidado.
—Te echaban de menos, eso fue lo que me dijeron.
—Viciosas. Les gusta la carne y el pescado.
—Eso es lo que todos habéis preferido al establecer las normas del grupo. Huir de una monotonía, de un sexo aburrido.
Evelyn se sentía mareada con el vino, no estaba acostumbrada a beber, la hacía reír y hablar demasiado contenta, desinhibida.
Llegó la hora del postre: una porción de tarta de limón que estaba exquisita, y después de recoger la mesa, él se sentó en el sofá y ella se acomodó a su lado.
—Estás tan bella con ese vestido, que te lo haría con él —murmuró él con la mano sobre su rodilla, acariciando el encaje.
—¿Y no es mejor hacerlo estando desnuda, sin tela alguna que nos estorbe?
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