miércoles, 6 de enero de 2016

EL ÁRBOL DE LAS MARIPOSAS


 CUENTOS Y RELATOS
     EL ÁRBOL DE LAS MARIPOSAS 

―Cuánto habéis tardado en venir. ¿Eres de mi familia?
La anciana contestó:
―Soy tu sobrina, hija de tu hermana. Cuando ella y tu madre se fueron de aquí yo aún no había nacido. Tu madre, la mía, luego yo y mi hija nos pasamos la vida buscando el modo de romper el hechizo.
―¿Qué será ahora de nosotros? ¿Seguiremos siendo jóvenes o envejeceremos rápidamente antes de que amanezca?
―Querida niña, vuestra vida comienza ahora. Solo envejeceréis con el tiempo natural. Tenéis la misma edad que cuando os hechizaron. Aquí nacerán vuestros hijos y vuestros nietos. Reconstruiréis esta casa y recuperaréis las muchas tierras que os pertenecen.
―¿Y de mi familia? ―preguntó el joven―. ¿Qué sabes de ella?
―Nada sé, lamento decírtelo. Tu familia y la mía debieron marcharse de estas tierras. Ese fue el trato, nunca volver hasta que el hechizo desapareciera.
―He estado solo mucho tiempo ―murmuró el joven con la cabeza baja, conmovido por la suerte de los suyos―. Siendo un árbol sin fruto, lo único que me consolaba y me daba fuerzas era cuando ella me abrazaba cantando. Era un consuelo que despertaba mi esperanza de poder abrazarla yo a ella en cada nueva primavera.
Se hizo un silencio de dolor por la pérdida pero también de felicidad por lo que les esperaba.
―¿Y qué vas a hacer tú ahora? ―le preguntó la muchacha a la anciana.
―Volver a mis lejanas tierras y morir allí con mi familia. Por haber descubierto el remedio, no podré regresar aquí. Así funciona la magia.
Le agradecieron a la anciana la oportunidad de seguir viviendo una vida normal y poder morir algún día cuando les llegase la hora verdadera.
―Ahora disfrutad de vuestras nuevas vidas con intensidad y amándose como hasta ahora lo han hecho. Entre estas ruinas he arreglado un cuarto para que podáis descansar. Después será vuestra labor convertirlas en vuestro hogar.
A la mañana siguiente el joven no encontró a la anciana. Regresó al cuarto y vio a su amada en la cama. Le entregó una hermosa rosa roja en cuyos pétalos aún brillaba un resto de polvo dorado, y le dio las gracias por haberlo visitado cada noche de primavera. Se abrazaron. Una nueva vida los esperaba. El hechizo estaba roto para siempre y por toda la eternidad.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario