martes, 24 de febrero de 2015

SUCEDIÓ EN MADRID





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Un coche negro circulaba con indecisión por las calles desiertas de Madrid.



Eran las once de la noche y casi no había tráfico. ¿Qué está pasando?, se preguntó el joven escritor, que se había perdido. Venía a un congreso de literatura y quería pasar unos días en la capital. No encontraba el hotel, y ahora se arrepentía de no haber comprado el coche con el GPS. Encendió la radio y se enteró de que se jugaba el clásico del fútbol español.

Vio a una mujer caminando muy despacio, con dificultad, apoyándose en las paredes. Se detuvo a su lado. Era una mendiga. Se bajó del coche y le preguntó por el hotel. Ella le contestó con una voz que apenas le salía de la boca: «Está dos calles más abajo, en un cruce con muchos semáforos, debe girar a la izquierda y en esa calle verá el hotel». De inmediato, la mujer se cayó. Él la cogió en sus brazos, pero ella le dijo que estaba bien, que se fuera, que la dejara allí pues era el sitio en el que merecía estar. «Nada de eso, la llevaré a que la vea un médico». Abrió la puerta del coche y la acomodó con cuidado en el asiento delantero. Durante el viaje por las calles desiertas mientras él conducía solo atento a los semáforos, ella le insistió en que la dejara, casi quejándose de lo que parecía ser un secuestro humanitario. Sin embargo, el joven escritor estaba decidido a hacer algo por ella, aún no sabía bien qué, algo se le iba a ocurrir, pero no podía abandonarla en ese estado.

Entró en el hotel con ella en brazos. Cuando el recepcionista los vio acercarse, los detuvo diciendo: «En este hotel no aceptamos a mendigos, señor». El joven lo miró, tomó aire y tras una pausa le dijo, con una autoridad que lo sorprendió a él mismo:
―Primero, buenas noches. Soy Alejandro Rodríguez, tengo hecha una reserva y quiero un médico y a alguien que cuide y asee a esta señora.

viernes, 6 de febrero de 2015

LA MUJER DE NEGRO

Leonor era voluntaria en un comedor social, servía a los indigentes que se acercaban por un plato de comida caliente, hacía varios días que se había fijado en una mujer en particular. No era vieja pero el estado de desnutrición que padecía la hacía mayor, sus ojos eran tan negros que su mirada parecía tener misterio y tristeza a la vez, ¿Qué drama ocultaba?
Leonor cada vez que terminaba de servir la comida se sentaba con ella le daba una fruta, ella le decía:
–No debes darme nada no soy más especial que los demás, no me merezco nada.
–No importa te la doy  para que te la comas después cuando te entre hambre, o para el desayuno. –Le respondió Leonor preguntándole al mismo tiempo –¿Porqué no te haces voluntaria? Así tendrás siempre comida caliente.
–No pues yo ya no estoy en este mundo, gracias por tu amabilidad. –Le dijo con suave voz después. La mujer se levantó y se fue, iba vestida de negro con su raído abrigo.

Leonor no quería que el drama de los indigentes le afectara, pero aquella mujer le había llegado muy adentro, por su silencio, por su mirar.
El otoño llegaba a su final y el frío invierno se acercaba a pasos agigantados, aquella misteriosa mujer seguía viniendo solo a comer al medio día, así pasaron varias semanas. Leonor se dio cuentas que la mujer dejó de venir ¿Dónde estaría?, ¿Porqué no venía?, ¿Qué le habría pasado?
Un día cuando termino de servir la comida tuvo la intención de saber de ella, se puso su abrigo y su bufanda,  salió a la calle, sabía donde buscar. En una plaza se reunían los indigentes, al llegar vio un hombre sentado en un banco, le preguntó
–¿Por favor sabes por qué no viene a comer la mujer de negro? Con la que yo me sentaba.
–La mujer de negro murió hace unas semanas, no pudo resistir este frío, los cartones no la protegieron o ella quería morir.
Leonor se quedo de piedra, le dijo adiós al hombre y se dirigió a la biblioteca, busco en la prensa por si había recogido la noticia de la muerte de la indigente, y tuvo suerte. El periódico se había hecho eco del fallecimiento, pero mostraba una foto de una mujer bellísima, morena…
Yesica Martínez Pérez, una mujer luchadora, directora y asesora de una gran empresa multinacional.
Su futuro era brillante, Leonor no comprendía nada. ¿Cómo había terminado en las calles? Siguió leyendo. El marido de Yesica se había divorciado de su brillante esposa, no dudo en arrebatarle la custodia de sus los dos hijos que tenía en común. A raíz de este tremendo hecho Yesica entró en una fuerte depresión y fue desencadenando en fracasos siendo despedida de la empresa en la que trabajaba, en un abrir y cerrar de ojos. Yesica mujer brillante, madre y esposa lo perdió todo. El marido no contento con quitarle a sus hijos, consiguió arrebatarle todos los derechos que como esposa le pertenecían, y un día ella desapareció sin dejar huella. Nadie supo nada de ella ni le importaba a nadie, el drama de su vida, terminó en las calle de una ciudad, su corazón de madre no pudo soportar que sus adorados hijos le hubieran sido apartados de su lado cruelmente.
Leonor sintió tanto dolor que su corazón sangraba, pensó que no había sitio para una mujer brillante, para una madre, y una esposa, en un mundo de hombres. Pensó en su propia vida, y en su propio mundo, en su propio drama, pensó que ciertos hombres puede llegar a tener celos de una mujer brillante y trabajadora…

En el día internacional de la mujer trabajadora

Autora | María González Pineda