Evelyn
no sabía qué hacer, se sentía abochornada. Aquellas palabras hicieron que su
cuerpo se caldeara. Él se volvió y la miró quitándole la gorra.
―Tú
te pareces a ella. Sí, tienes un cierto parecido, pero yo diría que eres más bella,
al menos no tienes tanto maquillaje.
―Yo,
señor, creo que soy mucho más mayor.
Se
inclinó para ver mejor la imagen de la pantalla, y, sin saber cómo sucedió,
estaba acorralada contra la mesa y su jefe le desabrochaba la blusa.
Su corazón comenzó a latir
a mil por hora, ¿qué debería hacer ella?, ¿salir corriendo y dejarlo? De todas
maneras, a la mañana siguiente estaría despedida. Por su cabeza se cruzaban mil
ideas, y ante lo que menos esperaba, se quedó paralizada; su jefe ya tenía sus
pechos
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