lunes, 16 de noviembre de 2015

MI SECRETO ES MI CONDENA

El testigo dijo cómo era el color de mi coche y el modelo. Todo me inculpaba y me encarcelaron. El resto… ya lo sabes.
—¡No imaginas cómo te desprecio!
—No puedo decirte nada, muchacho. Estás en tu derecho de odiarme y detestarme. Lo único que siento es mucho dolor y no espero ser respetado por ti, solo me­rezco eso, tu desprecio. No sabes la pena que me da no haber sabido de ti antes. Todo esto no hubiese pasado, lo siento.
—Pero cómo lo ibas a saber, si mi madre nunca tuvo noticias tuyas.
Íker vio cómo los ojos de Óscar se llenaban de lágrimas y cómo su rostro reflejaba una expresión de tris­teza, que cada vez se hacía más patente. Eso lo enfureció aún más. Era un joven muy impulsivo y fue incapaz de contener su grito de rabia:
—¡¡Aaaahhhh!!

Cogió el vaso de agua que había en la mesa, lo es­tampó contra la pared y el líquido quedó derramado por toda ella. El guardia entró a toda prisa.

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