El testigo dijo cómo era el color
de mi coche y el modelo. Todo me inculpaba y me encarcelaron. El resto… ya lo
sabes.
—¡No imaginas cómo te desprecio!
—No puedo decirte nada, muchacho.
Estás en tu derecho de odiarme y detestarme. Lo único que siento es mucho dolor
y no espero ser respetado por ti, solo merezco eso, tu desprecio. No sabes la
pena que me da no haber sabido de ti antes. Todo esto no hubiese pasado, lo
siento.
—Pero cómo lo ibas a saber, si mi
madre nunca tuvo noticias tuyas.
Íker vio cómo los ojos de Óscar
se llenaban de lágrimas y cómo su rostro reflejaba una expresión de tristeza,
que cada vez se hacía más patente. Eso lo enfureció aún más. Era un joven muy
impulsivo y fue incapaz de contener su grito de rabia:
—¡¡Aaaahhhh!!
Cogió el vaso de agua que había
en la mesa, lo estampó contra la pared y el líquido quedó derramado por toda
ella. El guardia entró a toda prisa.
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