martes, 17 de noviembre de 2015

MI SECRETO ES MI CONDENA



Una de esas reuniones la realizaba el alcalde en el Ayuntamiento. Entre los invitados se contaba con la presencia, entre otros, del jefe de policía y del director de la cárcel, la cual se encontraba a treinta kilómetros de la capital. A esa fiesta fue invitada una abogada llamada Julia Martín. Una mujer de unos treinta y siete años, y casada. Su marido era contable en una pequeña banca. Tenía una hija de él y un hijo de una relación anterior. Julia era una mujer alta y elegante, su piel era blanca y en su rostro se dibujaban unas finas arrugas. Y en su mirada se reflejaba una gran tristeza que ella intentaba disimular con una bella sonrisa. Ante el espejo, poniéndose un collar de delicadas perlas blancas, su marido le dijo, agrio como siempre:
—No sé por qué te habrán invitado a esta horrible fiesta de políticos. ¿Qué se te ha perdido a ti allí?
—Ignoro el motivo, pero creo que es de buena educación corresponder aceptándola. Como también lo sería, por tu parte, no mostrar tan a menudo ese mal genio, que es a lo que me tienes acostumbrada.
—Te has vestido como una diva con ese traje negro marcándote las curvas —expresó él malintencionada­mente—. ¿A quién quieres engañar? O mejor dicho, ¿a quién quieres gustar, para después tirártelo?
Julia no quiso caer en sus provocaciones. No era la primera vez que su marido la insultaba y, aquella noche, prefería no discutir. Tenía mucha curiosidad, por tan extraña invitación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario