jueves, 2 de marzo de 2017

MI SECRETO ES MI CONDENA

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Capítulo 7

ENCUENTRO DE AMOR

Julia estaba deseando que llegara la mañana siguien-te. Tenía una conversación pendiente con Óscar; debía decirle todo lo que pensaba, cuánto había sufrido por su abandono y pedirle perdón por su comportamiento cuando fue a la cárcel.
A la mañana siguiente, le parecía que no llegaba la hora. Cuando su marido se fue, rápidamente llamó a su oficina y Carolina, su secretaria, cogió el teléfono.
—Carolina, voy a llegar un poco más tarde, tengo que recoger una firma para una demanda.
—Muy bien, Julia. No se preocupe.
Metió el teléfono en el bolso, salió a la calle, se su-bió al coche y se dirigió al piso de Íker. El corazón le pal-pitaba a toda prisa, parecía una niña que iba a su primera cita.
Julia llegó a la puerta y abrió con sus llaves.
—Hola…
Él apareció en el umbral del dormitorio y se disculpó automáticamente:
—Siento que me encuentres con este aspecto tan de-saliñado, pero no quiero salir a cortarme el pelo ni afei-tarme.
—No importa. No te preocupes. Voy a estar poco tiempo, solo quería pedirte perdón por mi comportamiento en la cárcel, contigo.
—No hablemos de eso ahora. Lo que quiero es fir-marte un papel, una autorización para que demandes al Estado. La indemnización que recibas debes dársela a tu hijo; es lo único que puedo ofrecerle —añadió con tris-teza—. He pensado irme con Médicos Sin Fronteras una temporada, tengo que alejarme de aquí. Quiero olvidar mi pasado y esa maldita cárcel en la cual he estado veinte años de mi vida.
La firma transcurrió en silencio, luego Julia estudió los documentos y una vez hecho, ella los cogió y los metió en el portafolio.
Sintió que Óscar se le acercaba, notaba su respira-ción. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y su corazón comenzó a galopar descontrolado, más aún cuando sintió su cuerpo contra el suyo.
—¿Por qué no te sueltas el pelo como aquella no-che? —preguntó él en baja voz, a la vez que le quitaba el pasador que sujetaba la melena y metía los dedos por su cabellera. Le movió cada mechón hasta que quedó suelto y fue cayendo sobre sus hombros—. Veinte años llevo re-cordando las horas que te tuve, Julia, mi amor. Cada mi-nuto, cada segundo de esa velada es lo que me ha man-tenido vivo durante este tiempo, sin tocar a otra mujer. Te tenía en mi pensamiento, te visualizaba… Cada noche me preguntaba cómo estabas, qué estarías haciendo… Si me odiarías. Si te acordarías de mí…
La atrajo hacia él y besó sus labios con suavidad, como si fuera una mariposa que se posa en una flor. Sus-piraba. Acariciaba su espalda y sus pechos con delicadeza. Él le dijo, con voz entrecortada por la emoción, el deseo de tenerla por no abalanzarse sobre ella.
—No sé si puedo resistirme, mis anhelos me nublan la rozón y no quiero hacerlo rápido, deseo estar contigo el mayor tiempo posible.
Le bajó la cremallera de la falda, mientras seguía besándola en el cuello, y esta cayó al suelo. Desabrochó los botones de su blusa y, poco a poco, besó sus pechos; Julia callaba, evocando sueños de placer, y Óscar enlo-quecía ante su silente aceptación y el deseo que nublaba la mirada de su amada. Sintiendo el calor de su cuerpo, beso a beso, la atrajo a la cama. Él se tendió y ella quedó en-cima.
—¿Recuerdas aquella noche? Me dijiste que estabas cabalgando hacia las estrellas; ahora yo te digo: quiero ser ese corcel para que llegues al cielo y entregarte una.
Vio cómo Julia contenía su placer. Sus suspiros la ahogaban en el silencio.
—No te reprimas. Grita —gruñó en medio del éxta-sis que lo consumía.
Se dio la vuelta y ella quedó debajo. Acarició, palmo a palmo, todo su cuerpo. Entre susurros y besos se demos-traban el amor que sentían. La pasión los desbordó con an-siedad por tantos años en los que los dos habían ocultado aquel deseo. Dulcemente, entre besos, él le decía:
—Tú tampoco has olvidado esa noche, ¿verdad, Ju-lia?
—Nunca la olvidé, jamás se ha borrado de mi mente. Te quise tanto… que te odié por tu marcha y por todo el amor que por ti sentía.
—¿Y a tu marido? ¿Cómo lo soportas?
—Con mi marido hago como que no estoy, me hago la muerta y me niego a sentir algo. No quiero sentir nada. A él eso parece que le pone más, pero a mí me repugna. No quiero hablar más de eso —rechazó ella tratando de apartar de sus pensamientos imágenes que desearía bo-rrar—. Háblame de ti. ¿Por qué te vas?
—Porque no podría estar aquí viéndote con ese maldito contable.
—Así lo llama mi hijo. —Julia reprimió una sonrisa al ver que ya tenían algo en común, algo que el hijo le había pegado al padre.
—Sí, él me lo enseñó. Me hace gracia cómo lo dice. Además, me moriría de celos viéndote con él y no con-migo—expresó en alto sus más íntimos sentimientos—. El domingo por la mañana me marcho…
—¿Volverás algún día? —El anhelo se percibía en su voz, aunque quisiera ocultarlo.
—Volveré. Creo que sí, pero tardaré. No me voy a olvidar de ti, mi amor. Solo te he querido a ti y no dejaré de quererte en la vida. —Su amor era puro y debía apro-vechar el momento para hacérselo saber—. Si alguna vez puedes dejar a ese hombre, avísame. Vendría volando a tus brazos y no me separaría más de ti en toda mi vida. Si tú y yo pudiéramos tener una segunda oportunidad… si la vida nos uniera otra vez…
Julia se mantuvo un segundo en silencio, luego dijo con voz suave, sabiendo que no podía ocultarle nada:
—Quiero decirte algo: tengo una hija con mi marido, tiene quince años.
Óscar se quedó callado, parecía que no encontraba las palabras adecuada, pero al final dijo:
—Ella sería bienvenida, es tu hija, y yo la querría igual que a mi hijo, la aceptaría con cariño, tener una familia sería lo más grande para mí.
Entre besos y caricias seguían, los dos como si una fuerza los poseyera y los envolviera. Sin cansarse de aca-riciarla, Óscar la tenía junto a él. Debía aprovechar ese momento; quizá, la últimas vez que la tendría entre sus brazos.
—Óscar, tengo que irme —susurró ella—. Quiero darte las gracias por haberme hecho sentir este dulce amor, ser mujer de nuevo… a tu lado. Cuídate mucho allá donde vayas.
Él la miró mientras se vestía. Se levantó y cogió su cara con las dos manos. La besaba una y otra vez, de-seando retenerla a su lado, alargar ese tiempo con ella. Ella lo rodeó por la cintura pero, de pronto, se separó.
—Si no hago un esfuerzo, no me marcharé nunca. Adiós.
Cogió el portafolio y salió corriendo. Ya en el pa-sillo, alisó su pelo con los dedos y en el ascensor se miró al espejo, se recogió el cabello con el pasador y pintó sus labios. Una vez en la calle, temía, por si alguien notaba lo que había sucedido. Su mirada estaba brillante pero no pensó nada más, no debía. Cuando llegó a la oficina, le di-jo a su secretaria:
—Carolina, toma estos documentos y estúdialos con detenimiento, son para una denuncia contra el Estado. Di-me si es suficiente, este hombre no estará presente en el juicio. Se marcha al extranjero —añadió más para sí mis-ma, sin poder ocultar la melancolía.
—Sí señora, es suficiente —respondió sin notar, o tal vez dejando al margen lo que la voz de Julia reflejaba, pues ella no era nadie para meterse en la vida de su jefa. Julia era amable y cariñosa en el trato, pero la relación en-tre ambas era puramente profesional—. Con esto ya pode-mos demandar.
—Pues, entonces, el caso es tuyo. Puedes trabajar en él desde este mismo momento. Tendremos que aportar muchas pruebas y puede que yo tenga que declarar. De momento es esto, empecemos a trabaja en la demanda, que de sobra sé que el proceso tardará hasta que nos den la in-demnización. Además, como te he dicho, con este hombre no podemos contar mientras esté fuera. Somos nosotras sus manos, sus ojos y su boca.
—Gracias por confiar en mí —expresó Carolina—, por darme este caso. Trabajaré bien, se lo aseguro. No ten-drá problemas conmigo.



1 comentario:

  1. ¡MATRIMONIO RESTAURADO!
       Mi marido me pidió que fuera de la casa con mis hijos e ir porque ya no estaba interesado en mí. Dijo todas las palabras abusivas y dijo que no soy una buena esposa porque yo no estaba trabajando, en cambio, estaba perdiendo su dinero por lo que contactó a este sanador fuerte hace una semana después de leer los milagros acerca de su hechizo sobre la red consulté este hombre fuerte para Un hechizo de amor, llorando sin saber qué hacer. Él me dijo que él lanzará un encanto del amante del retorno ese mismo día. No tomó tiempo para que mi marido me llamara pidiendo disculpas y rogándome que regresara a casa. La oferta que yo estaba esperando fue aprobada y comenzó a decirme que soy una buena esposa así que debo perdonarlo por las cosas malas que había dicho. Mi marido me pidió que buscara cualquier universidad de mi elección y se encargaría de mis honorarios. Estoy agradeciendo Prophetakeem@gmail.com (enlace envía correo electrónico), por la Fe y la Confianza que me mostró, su sitio web: http: //Prophetakeem.webs.com/

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